sábado

Peras al olmo

Fulano me habló de una conversación que tuvo con Mengano; resulta que Mengano dijo algo que hirió a Fulano, y yo me indigné: adoro a Fulano. Entonces, para consolarlo y porque de verdad lo creí así, le dije
-Lo que te dijo Mengano es algo totalmente subjetivo.
Luego me di cuenta de que había dicho una obviedad, porque Mengano es un sujeto y, por lo tanto, sus opiniones serán, siempre, subjetivas. Si fuera un objeto sería otro cantar. Pero hasta donde yo sé, los ladrillos, las lámparas y las regaderas no opinan; por lo tanto, toda opinión es subjetiva.

Separemos hechos de opiniones. Si Mengano me dice estás usando una remera rayada, es un hecho. Estoy usando una remera rayada, y eso es irrefutable. Si Mengano me dice esa remera rayada te queda mal, o esa remera rayada te queda bien, es una opinión. Y toda opinión es refutable, porque no se basa en hechos sino en pareceres. Y ahí entro yo.
Si Mengano me dice esa remera rayada te queda mal, y yo le creo, tranformo su opinión en un hecho. Si me dice esa remera rayada te queda bien, y yo le creo, el hecho será que me queda bien.

Nadie puede lastimarme y nadie puede hacerme sentir bien, excepto si yo se lo permito. El poder que Mengano tiene sobre mi vida es aquel que yo le otorgo.

Esto, claro está, es sólo mi opinión.

jueves

Fin

…No, no estarás con Él…

…Las respuestas que necesitas
están muy lejos
del Edén…


domingo



…Puede alguien sentir un amor tan profundo para renunciar a él…?
…Dios, estaré contigo al momento de saberlo…?





(picture: Le jeune martyre, Delaroche)




sábado


…Como una postal de antiguos páramos tu sombra surge desde los suelos, y entre las múltiples cosas que ocupan mi quieto día, tu nombre se estrella en mis papeles, se desliza por mis manos, se escapa entre las letras frías de mis libros extraños…

...Lo guardaría en terciopelo y lo adoraría si se derritieran por un momento los barrotes de mi ego… cuando tenerte es lo que quiero, no me basta con mirarte desde lejos…

viernes

Las calles de París siempre huelen a tormenta. A una humedad detenida en el tiempo, algo amarga y obsesiva, como fue nuestra relación.
Inclinada en la ventana del hotel, me dediqué a vislumbrar la silueta de varias parejas delineada por las luces moribundas del sol de febrero y me conformé con observar desde allí lo que se posara, fuese mundo realidad o mundo memoria.
En tu voz vibraba no sé qué soterrada resignación. Me preguntas otra vez si quiero acompañarte y vuelvo a decir que no. La displicencia burbujeante en tu mirada se acrecienta con cada bocanada que exhalas. Abandonas la habitación y caminas algunas calles sin mirar tu alrededor. Piensas en nosotros y las agujas del reloj que no giran cuando nos encontramos... ya no corre el tiempo y te sientes preso.
Pasas nuevamente por ese café. Miras la mujer solitaria que a las 3:30 de ese lunes, como hace ya tantos lunes, al igual que tú, quiso pasar y sentarse. Encapsulas sensaciones, aromas y miradas. Y paradójicamente ahora, no quieres que ese tiempo se acabe, no quieres regresar y verme, no quieres regresar, besar mi frente y fingir que todo está bien, después de que tu piel se enturbió con otra que no fue la mía.
Apareces nuevamente sosteniendo tu fría sonrisa, y hablas del periódico que no traes. Con adoctrinada habilidad preparas la cena y la comes junto a mi, sobre la cama que no ocupamos más que para dormir. Te despides, como cada noche, y me preguntas otra vez qué haré mañana, y en este recuerdo es el final el único que jamás cambia; un poco cansada te vuelvo a decir:
__Salir, voy a salir. Me he enamorado y al parecer él también de mi.

jueves

La tierra enseña nuestro sino
e imploro a mis dioses no borren lo que está ya escrito
he de pagar la ofrenda
no me aparten del camino
y no renunciaré
a encadenarme a ti
mil siglos…

lunes

Venciendo la rutina

A veces, sólo por capricho de lo imposible algunos caminos se vuelven a cruzar.
En plan de comenzar un nuevo día dedicado a la razón, con un método más propio de una ermitaña que de una joven urbana y soñadora, la ajena e indiferente ciudad se perdía tras el opáco vidrio de la puerta principal. Y fue allí donde las frías casualidades poblaron otra vez las ansias de sus labios, cuando él volteó para verla entrar. Con sorpresa y cínica alegría se saludaron, y caminaron juntos hacía las oficinas de un piso al que ella no tenía planeado ir. Un sorbo mentiroso al café y la conversación comenzó a navegar desde los raros hábitos que no compartían, hasta las últimas fotografías tomadas por ambos. Una invitación.. y la negativa triste -pero necesaria- pensaba ella, mientras las escaleras mecánicas acercaron peligrosamentes sus cuerpos. Un segundo intento y una nueva negativa, no triste sino insostenible, pero inocua para aquel corazón por costumbre blindado.
Existen breves momentos en un día cualquiera, en que mágicos acordes logran desatarse, y en esta historia aquel momento brilla justo antes de la despedida, cuando sus mejillas en un par de eternos segundos se unen y sus labios se rozan...


... dos veces...
... sólo dos veces....